El País Que Huye

$5.600

Autor

Editorial

ISBN

9789568865269

Hay existencias

Mucha agua ha corrido bajo los puentes de la minificción. Aunque esta manufactura brevísima se originó hace muchos años ya –sin el nombre de microcuento-, es quizás en la última década que ha proliferado en el mundo de Internet, en redes sociales, blogs, páginas, concursos on line que instan a escribir 80 o 100 palabras y convertirlas en una historia. En Twitter, el reinado de los 140 caracteres, se erigen las brevedades como hongos en un bosque. Hiperbreves, seis palabras y aforismos van de aquí para allá en este mundo instantáneo, de imágenes rápidas y fugaces. Todos quieren llegar a la cima, todos quieren ser célebres, inolvidables, dar en el clavo. Pocos lo hacen; pocos saben que el microcuento debe ser un latigazo, jamás obvio. No se trata de ver de inmediato al Zorro en su corcel. El Zorro debe tener una máscara superpuesta a su máscara. En este mundo de selfies, el buen microcuento no puede auto fotografiarse: es huraño, resbaladizo y puede arañarte. Es cierto que Internet ha democratizado la palabra, pero también, en este juego de espejos y brillos, la ha saturado. Es tanta la información que las narrativas terminan por destruirse o anularse. Todos quieren decir, pero nadie dice. Afloran las mini-banalidades, los mini-chistes y el eterno juego de la intertextualidad. Es cosa de ver las miles de reescrituras sobre el Dinosaurio, de Monterroso. Por suerte, en este libro no hay ninguna porque lo impide la mano calamar, la ilustración que aparece al final y que sintetiza el modo escritural de Denise Fresard.