Leibniz: Correspondencia Iii Vol. 16

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Autor

Editorial

ISBN

9788498367959

EAN

Hay existencias

Las dos correspondencias de Leibniz que se contienen en este volumen se traducen aquí por primera vez al castellano en su integridad. Dentro de la abrumadora masa de los intercambios epistolares del filósofo y en el contexto de su inmensa producción en todos los terrenos del saber de su época, este hecho de las dos correspondencias y su traducciónno tendría mayor dimensión si no fuera por algunas circunstancias que las hacen singularmente atractivas dentro de su dificultad, y decididamente importantes.

Johann Bernoulli (Basilea 1667?1748), hombre de un talento matemático excepcional capaz de dar forma transparente a cualquier problema, agudo polemista y castigador inmisericorde, fue el principal colaborador de Leibniz en sus dos proyectos científicos más importantes: el desarrollo interno y difusión social del cálculo infinitesimal, y la formulación matemática de la nueva ciencia dinámica, ambos proyectos sutilmente integrados en el anhelo universal de aquel Ars Inveniendi y de aquella Scientia Infiniti con la que Leibniz había soñado desde su primera juventud. Burcher de Volder (Amsterdam 1643 ? Leiden 1709), varón siempre correcto, inteligente y excelente profesor de matemática y física experimental en Leiden, fue el más consistente y certero crítico de Leibniz cuando éste, dejados atrás los principios cartesianos, quiso llevar a sus dos corresponsales por los derroteros de una ciencia y de una metafísica literalmente inimaginables. Bernoulli pregunta, critica, propone, resuelve, abre horizontes en cada carta, abruma insaciablemente al matemático Leibniz, pero al fin cede; de Volder también pregunta, sugiere, intenta comprender, objeta y vuelve a objetar y, al fin, no cede ante el metafísico Leibniz.

Bernoulli hace de mediador: tampoco él sabe a ciencia cierta qué es eso del principio activo o entelequia y ruega a Leibniz que no se resista más y ofrezca de una vez a su colega y amigo una noción a priori de la activitas de la substancia. El filósofo, al fin, lo hace; pero a posteriori, claro, y a su modo. De Volder, que había puesto su esperanza intelectual en la sabiduría de aquel gran hombre a fin de poder dar razón empírica de la potencia de los cuerpos en sus movimientos, se retira frustrado, y nosotros nos retiramos con él amando a Burcher. En efecto, entre todos los más célebres críticos de Leibniz, desde Arnauld, Papin, Bayle hasta Clarke, ninguno fue, quizás, tan exigente con el filósofo como lo fue el honesto Burcher de Volder allí donde más dolía, y ninguno como él lo sacó de sus casillas hasta tenerlo contra las cuerdas y forzarle a apurar sus presupuestos y axiomas más que en ningún otro de sus textos. La lectura de estas 36 Cartas es una experiencia fascinante para quien quiera conocer el pensamiento metafísico de Leibniz y la filosofía del siglo XVII.