Julien Freund: La imperiosa obligación de lo real

Todo en Freund es aceptación, análisis, meditación y coherencia. Su vida, su pensamiento y su obra forman un todo, se unen en un camino de tierra que recorrer a pie, paso a paso, experiencia a experiencia, sin prejuzgar la vida. Asumiéndola para analizar su contenido, sin utilizar el violento aro de nuestras ideas previas y tranquilizadoras. Por ello, demuestra ser este estudio bio-bibliográfico de Juan Carlos Valderrama Abenza un magnífico comienzo para la colección «El realismo político europeo», que recogerá los textos fundamentales del realismo político contemporáneo y diversos estudios sobre sus representantes más notables, editados por la Sociedad de Estudios Políticos de la Región de Murcia. Así las cosas, lo cierto es que lo primero que sorprende al autor de este libro (y al de estas breves líneas) es el desconocimiento acerca de la obra del lorenés, de quien –dicho sea como anécdota curiosa– uno de mis condiscípulos, Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Bruselas, no había oído jamás. Realidad que Valderrama constata incluso en Francia y por supuesto en el resto de países de Europa, aunque hay algunas excepciones, pues hay una gavilla de escritores que van abriendo brecha para presentar el original, profundo (y metafísico) modo de pensar e indagar original de Freund. Es claro que hablamos del profesor Jerónimo Molina en España, cuyas obras están referidas en el libro. Al igual que las de los profesores Montezanti y Corbetta en Argentina o el concienzudo trabajo bibliográfico de Alain de Benoist. Sin olvidar los trabajos de Piet Tommissen y Alessandro Campi. Definido por Valderrama como filósofo en sentido estricto, la biografía personal de Freund nos hace comprender el desarrollo de su personalidad y la manera en que la urdimbre de experiencias personales que se suceden van inclinando la balanza hacia la dedicación al trabajo intelectual y la investigación. Cosa que ya se podía percibir en el joven Julien por su amor a los libros y su interés por la filosofía, principalmente, pero también por la historia y la literatura, a pesar de las dificultades familiares que sobrevinieron tras la muerte de su padre y el comienzo de la II Guerra Mundial, en la que participó como militante de la resistencia, llegando a cometer actos por el mismo definidos (en su afán de llamar a las cosas por su nombre) como «terroristas» (véase a este respecto la evocación que hace de Freund el escritor político alemán G. Maschke en el número 6 de Empresas Políticas). Es en este momento cuando tiene Freund sus primeros contactos con la obra de Weber a través de Aron, al mismo tiempo que sufre las primeras decepciones personales, causadas por la descarnada lucha por el poder entre los diversos grupos de la resistencia. Un episodio que deja en claro los sentimientos que pudieron desencadenar en Freund estas decepciones es aquel en el que se nos relata como una mujer, militante de la resistencia que había rechazado mantener una relación sentimental con el cabecilla del grupo, fue poco después juzgada, condenada y fusilada bajo la acusación de traición, encubriéndose ideológicamente un simple fracaso amoroso. Son evidentes las muchas cuestiones que debieron bullir en la cabeza de Freund y las muchas conclusiones a las que pudo llegar sobre la utilización abusiva del poder, lo detente quien lo detente. Es fácil adivinar que una personalidad independiente como la de Freund provocaba continuos recelos entre los compañeros. El sociólogo de Estrasburgo era incapaz de aceptar tal mezquindad en la utilización del poder, lo que finalmente le llevó a renunciar a todos los cargos que tenía para dedicarse a la reflexión filosófica. En el estudio encontró antídoto y camino para aceptar y comprender la realidad según acontece, sin violentarla con ideas previas y utópicas. Respetando escrupulosamente la fuerza de la tradición, no como fe ciega y sí como «proyección de una innovación socialmente adaptada», guía para generar novedad, incluso para sus opositores.