Elogio De Eneas : Virgilio Y La Retórica Epideitica

En estos tiempos de constantes reformas universitarias más o menos profundas y siempre supuestamente inminentes, uno se ve a menudo en la circunstancia de tener que explicar, a los demás y a uno mismo, qué debería hacer eso que llamamos ‘filólogo’ y a qué demandas de su entorno debería ser capaz de dar respuesta. No parece que el principio de una reseña sea lugar poco indicado para plantear, una vez más, la cuestión. Así pues, ¿qué se le puede pedir a un filólogo? Las posibles respuestas podrían orientarse hacia dos vertientes principales: por un lado, ¿cuál debe ser la formación profesional de un filólogo cumplido, qué capacidades técnicas e intelectuales debe dominar?; y, por otro y directamente relacionado con lo anterior, ¿qué características debería tener idealmente el ‘producto científico’ que, en forma de publicación, es el objeto que efectivamente ‘se le pide’ al filólogo? Puestos a pedir, uno desearía que el filólogo dominara las técnicas tradicionales de la disciplina: conocimiento de la lengua o las lenguas de su competencia (más las instrumentales), familiaridad con la crítica textual y con la transmisión de los textos, capacidad para contextualizar su objeto de estudio gracias a su formación histórica y cultural, y, por último, discernimiento suficiente para dirigirse a los lectores de su tiempo (y no a los de hace dos o doce decenios).Se habrá ya imaginado el lector que este preámbulo conduce a la consideración de en qué medida el autor y el libro que son objeto de esta reseña cumplen con los mencionados desiderata. Pues bien, entremos ya en materia diciendo que, en este caso, los cumplen tanto el autor como el libro. En efecto, Kallendorf demuestra aquí un sólido dominio del latín y del italiano, recurre a bibliografía de procedencia lingüística muy diversa, nos presenta los textos que lee e interpreta en su contexto histórico, cultural y material y nunca olvida atender explícitamente las expectativas e inquietudes de un lector moderno.