Una vez más Cecilia Byrne nos recrea la vista con sus rítmicos juegos de colores plenos de una brillante alegría.
Tras estas imágenes, aparentemente espontáneas, se puede apreciar una cuidadosa composición donde los detalles dialogan en perfecta armonía con el todo.
El concepto y el estilo se inscriben en una larga tradición de los artistas ingenuos que han hecho propia una visión del mundo que apela a la mirada poética y lúdica queriendo recuperar esa suerte de paraíso perdido.
Cuando veo obras de Cecilia Byrne como “La Serena de noche”, o “Cuasimodo”, imagino el gran teatro del mundo que descorre sus cortinajes dejando ver estas ejecuciones luminosas de una pureza primigenia y llenas de poesía.
La naturaleza con sus cielos y montañas texturadas, los hombres organizados en coreografías espontáneas, la arquitectura de iglesias y casas multicolores completan estas creaciones únicas.
En el mundo actual donde las Artes Visuales tocan los extremos de la existencia, la mirada ingenua acude al rescate de la inocencia perdida.
El recuerdo de un mundo posible, luminoso, de seres que dialogan amorosamente con el entorno, también apela a un extremo, aquel que contempla la idea de un bien superior que nos cobija y nos protege.